El proceso de evaluación de propuestas frente a colaboraciones con emprendedores maneja distintos enfoques de trabajo. Por un lado, se identifican proyectos con una visión definida, cuyos responsables conocen el problema a resolver como las sinergias potenciales con la empresa. Por otro lado, existen iniciativas menos estructuradas, en las que la improvisación sustituye a la planificación y faltaba claridad estratégica.
Existe un desafío recurrente en el ámbito empresarial mexicano: la tendencia a confundir actividad con productividad. En varios sectores, prevalece una dinámica operativa que privilegia la ejecución de tareas sobre la generación de resultados concretos. Los equipos tienden a enfocarse en cumplir procesos establecidos sin cuestionar si sus acciones realmente contribuyen al objetivo final. Esta mentalidad, presente en estructuras organizacionales tradicionales, puede limitar la capacidad de innovación y adaptación en un entorno global competitivo.
Mientras otras economías avanzan mediante modelos de construcción colaborativa y mejora iterativa, en México persiste una cultura que a menudo reinventa lo existente en lugar de expandir soluciones probadas. Las empresas tienden a mantener esquemas jerárquicos donde la especialización extrema fragmenta el flujo de ideas: unos deciden, otros ejecutan y pocos se detienen a evaluar si el esfuerzo colectivo genera un impacto real. El resultado es un trabajo intenso pero con poca efectividad.
La causa del problema parece radicar en dos factores clave: la falta de evaluación crítica del trabajo realizado y la escasa priorización de la inteligencia colectiva. Cuando los equipos operan en silos funcionales sin una visión compartida, se pierden oportunidades de co-creación, y esto podría llevar a una desconexión entre esfuerzo y resultado, perpetuando ciclos de baja eficiencia.
Para lograr un modelo más competitivo, las organizaciones deberían fomentar culturas donde:
- Cada acción se justifique por su contribución a los objetivos estratégicos.
- La especialización no sea una barrera para la colaboración transversal.
- Los procesos se evalúen constantemente bajo criterios de impacto, no solo de actividad.
México tiene el potencial para convertirse en un centro de innovación, pero ello requiere abandonar prácticas operativas existentes. La verdadera productividad no se mide por horas trabajadas, sino por la capacidad de articular esfuerzos individuales en una visión colectiva que genere valor tangible. Solo así se podrá pasar de la mera ejecución a la creación de ventajas competitivas sostenibles.