La innovación es un concepto de moda en los últimos años y como toda moda siempre existe un deseo de buscar algo que sea mejor a ese ente, elemento o idea. Desde la Revolución Industrial, pasando por escenarios como el trabajo especializado, la producción en serie, la mejora continua, manufactura esbelta, cadena de restricciones e innovación, siempre se ha pensado que el siguiente paso es mejor que el anterior y se promueve alcanzarlo a pesar de no tener las bases sólidas.
Se han puesto a pensar si existe la posibilidad de aprender ingeniería sin matemáticas o si un bebé corre antes de caminar o si los grandes inventores alcanzaron su objetivo antes de una serie de fracasos.
El contexto actual de negocios disruptivos, sistemas inteligentes o modelos divergentes, se visualizan como los siguientes escenarios de la innovación e incluso muchos debatirán a que son ya escenarios actuales. Ahora bien, imagínense a un emprendedor, negocio o empresa con el deseo de trascender y que al hacer un punto de reflexión no identifican si lo que están haciendo será útil o en qué contexto lo están desarrollando o quieren cambiar pero no saben a qué modelo o no logran ponerle nombre a su modelo, todo ello es equivalente a llevar a un niño a la dulcería y pedirle que solo seleccione un dulce, ¿Cuál creen que elegirán? En la mayoría de los casos nos harán la pregunta y ¿puedo tomar otro?
La función de nosotros los consultores no es llevar a las empresas a una dulcería, ni darle a probar el dulce que más conocemos, sino permitir el reconocimiento de las capacidades propias de la organización y de asimilar que la experiencia, desarrollos y camino que ya se ha recorrido, da la pauta para descubrir que se ha innovado y cómo podemos sacar provecho a dicha innovación. Es muy importante comprender que un evento disruptivo, detona una serie de puntos pasados y no es que se genere algo de cero y en microsegundos, imaginen esa idea de cuando a Isaac Newton le cae la manzana en la cabeza y fue por el golpe que pudo asimilar el concepto de la gravedad.
Existe en nuestras organizaciones un cúmulo de ideas, hechos y actividades que son en sí mismas una innovación, pero, el siguiente punto es que sólo queremos reconocer una innovación si nos genera una remuneración y en la mayoría de las veces ligadas a un bien monetario y tristemente, aunque esto ya sea posible, requerimos el reconocimiento de otros para aceptar que hemos innovado.
La invitación de esta aportación está en darnos la oportunidad de reconocer nuestras propias mejoras, de aceptar lo que hemos avanzado y de identificar a aquellos actores que nos puedan ayudar a sumar, mediante el reconocimiento y una exigencia estructurada, similar al entrenador, coach o mentor, que con claridad y compromiso, nos brinda las pautas, herramientas y argumentos que nos permiten reconocer que hemos innovado.