No tiene mucho que esta palabra/concepto comenzó a formar parte de nuestra vida y estoy hablando del famoso síndrome del impostor, pero, antes de comenzar, quisiera que pienses y respondas la siguiente pregunta: ¿Cuántas veces has sido tu propio impostor? El silencio incómodo se hace presente y, seguramente, acabas de darte cuenta de que ha sucedido en bastantes ocasiones.
Entrando en materia, este concepto es nuevo para nuestra generación, pero realmente ha estado vigente desde finales de los años setenta, el cual es un fenómeno psicológico que genera en la gente el sentirse incapaz de asimilar sus logros y, de alguna forma, comienza a “sabotearse”, es decir, vivir con el miedo a ser descubierto y ser un fraude, lo que no representa una realidad.
Pero este sentimiento es real y se vale sentirlo, sí, ya que en esta era que estamos viviendo, donde la competencia es fuerte y hasta cierto punto desleal, podemos llegar a pensar que no somos lo suficientemente buenos para crear ideas y ejecutar algún trabajo, o simplemente creemos que la gente a nuestro alrededor tiene más inteligencia o capacidad. La posibilidad de que así sea existe, pero jamás pensamos que, si estamos en el mismo lugar que esas personas que hasta cierto punto nos intimidan, es porque contamos con ese potencial que para alguien no fue indiferente, que lo vio en ti y es por eso estamos ahí. Por ello es importante aprender a identificar cuando intentan “dañar” nuestro pensamiento, no es lo mismo permitir que nuestra mente nos juegue una trastada en un momento crucial a que un ente ajeno lo haga.
Seguramente no sabias que este síndrome afecta más a las mujeres que a los hombres, ya que ese sentimiento de desconfianza se hace presente creando una sensación de “…soy un fraude”, aun sabiendo que cuenta con la capacidad suficiente. Todo esto deriva también de momentos claves de la vida en los que en algún momento existió comparación, competencia, o presión del entorno familiar, es muy importante tratar de no transmitirlo a las nuevas generaciones.
Ahora que entendemos un poco más de este tema, podemos trabajar mejor con la existencia de este famoso síndrome y, sobre todo, entender que puede pasarle a cualquier persona, lo más importante es saber que es algo que sí se puede controlar y que de alguna manera no es sano jugarle al impostor, en una de esas puede que nosotros compremos esa situación y se vuelva un ciclo interminable, y bastante tormentoso. Algo que puede suceder también es que la persona que lo está experimentando no tenga la claridad de lo que está pasando, y en realidad sienta que no tiene la habilidad o capacidad para hacer lo que sabe que realmente puede hacer.
Termino este texto con la idea de que en algún momento de nuestra vida nos hemos vuelto impostores y no, no me refiero al juego Among Us, famoso entre los niños de siete y doce años, si no a impostores reales, de esos que sienten un poco de paz mental, o satisfacción, al darse una palmada de aliento creyendo que es válido autosabotearse y vivir con ello, es decir, ver de forma normal y correcta que jugarle al impostor es un buen estilo de vida.
Me despido acompañada del sonido de una lluvia nocturna que me interrumpe y roba la concentración, ¡Obvio no! Es solo mi yo impostor queriéndome engañar jajaja.
“Cuando quieras lograr algo grande, negócialo con la mente, es el arma más fuerte que tiene el ser humano”.