No es secreto de nadie que el artífice del ejemplar crecimiento económico de China fue Deng Xioaping. Él fue quien popularizó la frase de que “no importa de que color sea el gato, lo importante es que atrape al ratón”. Xiaoping, de manera subrepticia y con algo de humildad, aceptó las críticas de los países occidentales, pero en vez de amedrentarse, aprendió de las mismas y emuló las mejores prácticas de sus acusadores. Ante el juicio internacional por la falta de apertura, afianzó las “Cuatro Modernizaciones”, siendo una de ellas la industrial a través de cuatro zonas económicas estratégicas (ZEE).
Para hacer un dictamen correcto de la historia, las odiosas comparaciones son útiles. Y es que, en 1978, cuando el líder chino tomó el control del país, su Producto Interno Bruto (PIB) era apenas de USD$149.5 millardos mientras que el de México era de un cercano USD$102.5 millardos. En las mismas fechas, las poblaciones eran de 956 y 65 millones respectivamente. Quién diría que cincuenta y dos años después, año 2020, la diferencia entre los respectivos PIBs serían abismales, USD$15 billones y USD$1.07 billones, al unísono que la población mexicana creció porcentualmente más. Dicho de otra forma, la población china se enriqueció mientras que la mexicana se empobreció. Sin duda alguna, una de las exitosas estrategias de Xiaoping fue la creación de las ZEE.
Cabe destacar que el paso que dio China fue difícil y doloroso. Tuvo que “hacer de tripas corazón”, tragarse su orgullo y abandonar su anquilosada idea de autosuficiencia económica y desconfianza extranjera. Aunque hoy en día resulte difícil de creer, en esos años la economía china estaba totalmente cerrada y, entre las primeras cosas que hicieron fue permitir en las ZEE la creación de empresas privadas que compitieran libre y abiertamente con las paraestatales. En los años setentas en China no se permitía despedir a los trabajadores y los sueldos eran fijados por el gobierno. Eso también se transformó en salarios e incentivos laborales que respondieran a la ley de la oferta y la demanda. Subrayo, esos cambios, privativos de las ZEE, permitieron que la política industrial se contagiara como círculos en el agua a nivel nacional y que silenciosamente creciera como un elefante en la sala global.
Más allá de los cambios estructurales como exenciones totales de cobros de impuestos y de aplicación de leyes locales que cimbraron el estatus quo, a cada administrador de las ZEE se le dio total discrecionalidad para emular las mejores prácticas internacionales. Como si existiese un país dentro de otro. Otro factor de éxito fue la visión de largo plazo al crear desde casi cero la infraestructura necesaria para una gran ciudad y luego construir enormes áreas industriales en la periferia. Así nacieron provincias como Shenzhen y la provincia insular de Hainan, esta última con más de 30,000 km2.
Es cierto que cuando China comenzaba con esa estrategia tenía algunas ideas muy claras. Primeramente, tenía que estar cerca de zonas costeras por su salida al mar y vocación exportadora. Segundo, al no poder ser todo para todos, tenían que tener una cierta vocación regional considerando la demanda potencial de los mercados de exportación más próximos y tercero, el criterio de “mayor posibilidad de éxito” al estar cercano a su ventana al mundo, Hong Kong.
Un último factor que igualmente tiene que ver con el largo plazo es su enfoque en educación para poder ofrecer suficiente mano de obra calificada para atraer la inversión extranjera directa. Como elemento cohesivo de todos los factores de éxito anteriores, presente en todas las ZEE, está el compromiso de una política industrial de apoyo.
Sin duda, el mapa de ruta trazado por Xioaping, tomando como pilar las ZEE, ha sido el más exitoso de la historia y ha determinado el progreso de esa nación. Según estudios recientes, se estima que las mismas aportaron el 22% del PIB, 46% de la IED directa, 60% de las exportaciones y han generado más de 30 millones de empleos. Otro indicador que pudiera servir de ejemplo para otras naciones es que, mientras la comercialización de tecnología en promedio en China es cercana al 10%, en las ZEE es superior al 60%.
¿Y qué pueden aprender México y América Latina de las ZEE de China? Pues Antonio Machado advierte que: “Es propio de aquellos con mentes estrechas, embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”. Dios quiera que, al igual que China aprendió con humildad, también América Latina considere a las ZEE deben ser parte integral de su estrategia de desarrollo industrial de largo plazo para, igualmente, generar círculos de bienestar en sus aguas nacionales.