Ir al espacio no es cualquier paseo. Prepararse toda una vida para lograrlo es un sueño reservado para unos cuantos. Pero tener acceso a una misión como la NS-31 de Blue Origin, bajo el discurso del empoderamiento femenino, protagonizada por seis mujeres exitosas, no es cosa menor.
La verdadera pregunta es: ¿realmente este tipo de acciones impacta de manera sustancial el papel de la mujer en la actualidad? ¿O estamos viendo una narrativa que se aleja de la lucha equitativa que muchas comenzaron hace décadas?
La misión NS-31 fue tripulada por figuras públicas como la cantante Katy Perry, la ex periodista y piloto Lauren Sánchez (prometida de Jeff Bezos), la periodista Gayle King, la activista Amanda Nguyen, la científica Aisha Bowe y la periodista Kerianne Flynn. Sin duda, todas mujeres con trayectorias destacadas en sus respectivos campos. Sin embargo, no se puede ignorar que las oportunidades para formar parte de este tipo de proyectos no son equitativas para la mayoría de las mujeres.
Más allá de celebrar los logros individuales, la misión dejó ver una gran falta de empatía por parte de quienes la promovieron. Es comprensible que una iniciativa como esta implique una inversión significativa y que estar a bordo requiera un alto poder adquisitivo. Pero, ¿se está vendiendo la idea de que solo quienes tienen poder y privilegios pueden acceder a estos logros?
Hoy, más que nunca, se habla de inclusión, sostenibilidad e igualdad de oportunidades. Por eso, resulta relevante cuestionar si este tipo de acciones realmente están alineadas con esos valores. ¿Qué pasaría si se tomara en cuenta a mujeres fuera de la élite, pero con preparación académica, experiencia y pasión? ¿No sería más potente el mensaje si se diera visibilidad a perfiles que realmente representen a una mayoría silenciosa que lucha día a día por avanzar?
Pertenecer a la élite no es un pecado, y los logros de estas mujeres no deben minimizarse. Han trabajado y se han esforzado para llegar a donde están. Pero no se puede ignorar que formar parte de esta misión parece más una jugada estratégica de mercadotecnia que una verdadera representación de sororidad y empoderamiento colectivo.
La presencia de figuras mediáticas como Katy Perry puede ser una estrategia eficaz para generar ruido, pero también puede restar seriedad al simbolismo del evento. La narrativa corre el riesgo de confundirse con una nota de farándula, más que con un hito en la historia de la participación femenina en la industria aeroespacial.
En lugar de un símbolo de inclusión, esta misión parece ser una celebración de conexiones, privilegios y capital social. La verdadera pregunta es: ¿cuándo veremos a mujeres con perfiles técnicos, científicos, académicos —y no necesariamente con millones en el banco— ser las protagonistas de estos viajes? Mujeres que no solo inspiren por su fama, sino por representar lo que muchas empresas hoy buscan: talento, disciplina, visión y compromiso.