“Prometer no empobrece” se escucha sobre todo en época electoral como algunas cosas que se van quedando en el subconsciente y comportamientos de las personas: la frase se incorpora y permanece entre nosotros por una mezcla de aceptación y resignación.
Quienes recordamos la casa de los abuelos, podemos identificar uno o varios muebles que parecían innecesarios por sus dimensiones mal aprovechadas, pero con los años obtuvieron su lugar y a través de la aceptación de quienes vivían en ese domicilio permanecieron ahí por décadas de forma indiscutible.
En las palabras dentro del lenguaje al igual que en el mobiliario dentro de los hogares, permitimos permanencias que más bien deberíamos estarnos cuestionando, sobre todo porque el lenguaje lleva a la acción.
Realmente “¿prometer no empobrece?”, para Rafael Echeverría cuando alguien realiza una promesa adquiere de inmediato una deuda que es finiquitada una vez que esa promesa se cumple, el cumplimiento queda de manifiesto una vez que el cliente o acreedor expresa su satisfacción con lo obtenido.
Así que “prometer sin cumplir” sí empobrece y mucho.
Si siguiéramos la frase “prometer no empobrece” y así la lleváramos a la práctica, nuestro sentido de compromiso hacia ejecutar en tiempo y forma sería más laxo, diríamos a nuestro cónyuge con cierta calma: “prometí amarte y respetarte durante toda mi vida, pero como prometer no empobrece prefiero en adelante no seguir contigo…”
Podríamos también decir a nuestros proveedores: “prometí pagarte al llegar el día treinta, pero estamos en el día cuarenta y nueve y no cumpliré mi promesa, ya ves que prometer no empobrece…”
A un socio de negocio: “prometí ceder este contrato, pero…”
La promesa es en muchas ocasiones lo que da o quita reputación a nuestro desempeño frente a una persona o un grupo determinado, así por ejemplo prometer algo a nuestros hijos y cumplirlo podría tener un efecto más significativo en sus vidas y las nuestras que prometer a nuestro equipo favorito ver el partido este domingo.
Cuando la promesa en cuestión es considerada como trivial, la reputación del individuo debería entrar también al terreno de la duda, a nadie nos gustaría ser conocido como “el que no cumple su palabra” aún cuando se tratara de la promesa hecha al equipo acerca de no falta a un solo partido.
Pensemos en el dentista que siempre prometió atendernos en un horario y nunca lo cumplió, en el lavado de autos cuya promesa era “lavado en nueve minutos” y siempre se excedió de ese tiempo o en el cónyuge que por años no amó ni respetó a su pareja, lo que estos tres distintos ejemplos buscan poner de manifiesto es la necesidad de hacer un alto y verificar nuestro cumplimiento a promesas.
Robert Dunham, del Institute for Generative Leadership señala que es indispensable para el líder conocer su entorno y conocerse a sí mismo para así tener clara su capacidad de prometer y cumplir promesas, incluso él y otros autores lo llaman “Managing capacities” o gestionar competencias para asumir compromisos y cumplir promesas.
Recientemente mi hija Camila terminó una etapa de Educación Preescolar en la ciudad que vivimos, la Directora de la Escuela nos mostró su compromiso desde el día en que fuimos a entrevista diciéndonos “su hija estará muy segura con nosotros, tenemos una atención muy cercana a cada niño, esto lo logramos a través de tecnología y muy alto entrenamiento de nuestras educadoras”, conforme pasaron los años, esta promesa fue excedida en su totalidad, nosotros como Padres y nuestra hija quedamos muy satisfechos con el desempeño de la escuela y el impacto positivo que tuvo en la vida de ella, de ahí que tomáramos la decisión de que nuestra segunda hija se incorporara a esa misma escuela.
Cumplir promesas tiene siempre cierta complejidad, pero diferenciar entre quien cumplirá y quien no cumplirá las promesas que hace puede representar un reto aún más significativo, en palabras de Warren Buffet “La sal y el azúcar tienen el mismo aspecto, ten cuidado en quién confías.”
Siempre me ha llamado la atención esta teoría y práctica acerca de “la promesa”, en el tiempo he encontrado que pocos autores y catedráticos la incluyen en su investigación o docencia, considero que es un tema en espera de ser más pronunciado, ya que en ocasiones da origen a las relaciones humanas y por ende a los negocios, hacer una promesa y cumplirla es en muchas ocasiones lo que permite contar con la sostenibilidad de uno o varios negocios, lo que permite que familias permanezcan unidas o se separen.
Un paso importante inicial que puede tomar quien busque mejorar en su desempeño y el de su equipo, es considerar lo establecido por Robert Dunham, “debemos gestionar promesas, no actividades” lo cual cobra mucha relevancia acerca de no perder la visión de “lo verdaderamente importante”.