A lo largo de mi desarrollo profesional y siendo empleado en diversas Instituciones Financieras, pude vivir épocas de estabilidad económica y grandes crisis que ocasionaron el cierre de mi lugar de trabajo y por consecuencia haber impactado mi esquema de vida.
En esos momentos de “crisis” tuve muy variadas pesadillas y también tuve sueños de “independizarme”, tener mi propia empresa. El sueño se detenía cuando me preguntaba respecto a cómo afrontar los gastos para mantener a mi familia, ¿qué tipo de negocio puedo poner? ¿qué habilidades podía ofrecer si había trabajado la mayor parte de mi vida profesional en instituciones financieras? Y muchas, muchas otras preguntas más.
Después de millones de cuestionamientos y sin realmente tomar acción respecto a ese gran sueño, la vida me llevaba nuevamente a reubicarme a otras instituciones financieras como empleado.
Regresar a laborar y percibir un sueldo “seguro” me daba una sensación de estabilidad aunque realmente nunca dejé de soñar con ese “gran momento,” iniciar mi propia empresa.
Y así al cabo del tiempo, me encontraba nuevamente en el punto en el que tenía que decidir si quería seguir siendo empleado o bien, vencer mis miedos y ahora si hacer cumplir mi sueño. El tomar la decisión no fue nada fácil, el miedo me consumía con largas noches de desvelo mezclado con una sensación de seguridad en mí y mi capacidad de crear desde la nada.
La vida me puso en ese gran momento, tomé la decisión de iniciar mi gran proyecto, cumplir mi sueño y poner en práctica lo que tantos años desarrollé en mis actividades profesionales, identificar riesgos en procesos, implementar controles y procesos eficientes con base a metodologías aprendidas en diversas Instituciones Globales.
El sueño empezó a temar color ya que en el camino se sumaron dos grandes personas, expertos en el mercado financiero, mis dos socios.
Hemos escuchado que el iniciar una empresa no es tarea fácil, por supuesto que no lo es, la decisión lleva de la mano muchas decisiones y acciones que a veces no tenemos en el radar y que hago mención a manera de ejemplo, definir el nombre y logotipo de la empresa, definir y documentar el modelo y metodología, realizar diversos trámites, constitución ante notario público, registro de la marca, alta en hacienda (SAT), papelería, facturación electrónica, etc.
Después de todos los trámites administrativos, llegó el gran desafío, buscar potenciales clientes. Recuerdo la emoción que sentí al recibir la llamada de un amigo un miércoles por la noche en donde me solicitó realizar una presentación de servicios de la firma a un potencial cliente justamente al día siguiente a las 11:00 a.m.
Rápidamente me comuniqué con mis socios para ajustar una presentación que previamente habíamos trabajado y así estar listos para nuestra primera cita. Puntualmente mis socios y yo nos presentamos a la cita, expusimos los servicios de la firma intercalando momentos en los que el potencial cliente compartía detalles generales de las actividades por las cuales fuimos llamados.
Todo indicaba que el cliente estaba muy interesado en que fuéramos nosotros quienes proporcionáramos los servicios de consultoría. Antes de terminar la reunión, el cliente nos solicitó la preparación y envío de la propuesta de cotización de nuestros servicios.
Un ánimo de éxito salía por nuestros poros y de pronto una vez más nos encontrábamos ante un gran desafío, definir la propuesta, alcance, objetivos y condiciones generales, así como el monto de honorarios por nuestros servicios.
Mis socios y yo trabajamos todo un día en la preparación de la propuesta, repasando una y otra vez cada momento de la reunión para con ello determinar el alcance, objetivo, recursos humanos necesarios, estimación de tiempo de desarrollo, honorarios de los servicios a proporcionar y cláusulas particulares que fundamentaron nuestra primera propuesta.
Finalmente enviamos la propuesta al cliente esperando que nos regresara algún comentario y por supuesto, lo más importante, su aceptación. La respuesta nunca llegó así que decidimos llamar pasadas 24 horas para confirmar la recepción de nuestra propuesta de servicios.
Ya confirmada la propuesta, volvimos a vivir ese compás de espera que en momentos nos provocaba dudas respecta a si la propuesta había sido buena, si los honorarios habían sido los correctos o si había algo que potencialmente no le pudiera gustar a ese primer cliente.
Volvimos a llamar al cliente un par de días después para saber qué había sucedido y por diversas circunstancias el cliente decidió no realizar el servicio por el momento, dejando patente que de hacerlo, nuestra firma sería llamada para ello. Ahí quedó esa primera propuesta, no puedo negar que teníamos grandes expectativas y porque no, también grandes necesidades de esa primera oportunidad de iniciar operaciones.
Esa experiencia nos permitió identificar áreas de oportunidad en nuestro esquema de venta de servicios y otros campos que desde luego ajustamos de inmediato, lo que afortunadamente generó la llegada de nuevos clientes que nos han favorecido con su confianza. El equipo de trabajo también ha ido creciendo con gente muy talentosa y que saben jugar en equipo.
La lucha por sobresalir y dar continuidad a ese gran sueño sigue día con día y momento a momento. Hoy la consultoría tiene forma y fondo, en su esencia busca el bien común, no sólo identificar riesgos e implementar controles y procesos eficientes.