Hace unos días leí sobre una efímera criptomoneda que había subido 230,000% en solo una semana para desplomarse totalmente hasta no valer nada. Así es, SQUID, la moneda digital inspirada en la popular serie de Netflix enseñó a los inversionistas la dura lección que conlleva la especulación. El otro lado de la moneda, literalmente, es que los astutos y poco éticos diseñadores de SQUID dieron el «tirón de alfombra» y desaparecieron con USD$3.3 millones.
El frenesí criptográfico alecciona que mientras unos ganan, como el caso de Shiba Inu, creada en plena pandemia, que ha crecido 90 millones porciento, otras se convierten en ilusiones ópticas que desaparecen ante el rigor de la realidad. La volatilidad y exagerada valoración nos recuerda lo que le dijo el emperador Vespasiano a su hijo: «El dinero no tiene olor». Claro, al no poder usar el sentido lógico del olfato, los apostadores no alcanzan a diferenciar entre la emanación volátil de aromas que invitan o hedores que advierten de sensaciones o experiencias desagradables.
Esto viene a colación por el, aparentemente, sobredimensionado valor de Tesla. Por un lado, la empresa norteamericana líder en ventas de autos eléctricos ha entregado durante el tercer cuarto de 2021 cerca de 240,000 unidades, comparado con los 75 millones de vehículos entregados por el conjunto de las demás. A pesar de esa asimetría, el valor en acciones de Tesla es superior a los USD$1.1 billones, equivalentes a la estimación combinada de Toyota, VW, Honda, Daimler, GM, BMW, Ford, Stellantis y otras. Se baja el cero y no contiene, mientras el año pasado la empresa de Elon Musk reportó por primera vez una utilidad de USD$270 millones, el grupo de empresas antes mencionado acumuló más de USD$62,000 millones. Claro, Ana Laura Sandoval justificaría dichas asimetrías en base a la ley de la oferta y la demanda de Adam Smith, pero el presunto insano mercado parece no tener una lógica numérica.
Más allá de las ventas y el valor de mercado, una de las más loables contribuciones de las empresas a la sociedad es su impronta en empleos dignos y bien pagados. Pues bien, mientras la empresa punta de lanza en autos eléctricos emplea a cerca de 48,000 trabajadores, la cohorte de las otras empresas suma cerca de 2.4 millones de colaboradores. Siendo así, francamente ni me cuadra ni me parece justa la valoración en bolsa, ya que no parece estar ligada ni a la antigüedad, ni a la productividad ni a las utilidades de las empresas. A final de cuentas, el valor en el mercado accionario será proporcional a la capacidad financiera de la empresa.
Continuando con el tema de las armadoras, pero solo comparando el mercado estadounidense, mientras Ford, General Motors y Chrysler se constituyeron en 1903, 1908 y 1925 respectivamente, Tesla comenzó apenas en 2003. En definitiva, no es ni remotamente el mismo compromiso con el mercado, con los trabajadores y con el país.
Otro elemento a considerar es el involucramiento de las tres grandes armadoras en el triunfo de EUA en la segunda guerra mundial. Así es, los anales marcan el 29 de diciembre de 1940 cuando el expresidente Roosevelt pronunció lo que hasta entonces había sido el discurso más escuchado en Norteamérica, «Arsenal de Democracia», convocando a los tres fabricantes de autos a reconvertir su producción. Un dato poco conocido es que, al entrar a la guerra como respuesta a la invasión de Pearl Harbor, el primer año y medio EUA estaba perdiendo la batalla al tener las tropas, pero no la cantidad o tipo de armas necesarias. Fue entonces cuando los tres fabricantes, en un estoico acto cívico, dejaron de producir autos, reconvirtieron sus plantas y sellaron un punto de inflexión en la guerra. A plata pura, ¿cómo hubiera sido la historia si EUA no hubiera participado en dicha guerra?
Por algún motivo el ser humano tiende a definir el futuro partiendo del presente y sin consideración alguna por el ayer. Sostengo que la valoración de mercado premia a la especulación, desestimando el compromiso actual y despreciando las hazañas pasadas. Debo insistir en que las ventas, las utilidades y los activos que lo hacen posible, a la hora de invertir en acciones, son pilares fuertes para la toma de decisiones. Por supuesto que la visión de futuro es toral, pero todas las armadoras están ya reconvirtiendo gradualmente su producción hacia autos eléctricos.
En fin, el tiempo será el juez que defina quien, como los que invirtieron en inodoras criptomonedas como SQUID, construyeron castillos en el aire y quienes, por el contrario, invirtieron sabia y justamente su dinero sobre la roca firme de empresas de ladrillos y morteros.